Ineptitud por Sam Scholl
El mundo hará sin ninguna bondad lo que no hagaís por vosotros mismos.
Las muertes de otros nos van matando poco a poco, hasta que no quede nada; y también esto, esta nada, será en cierto modo una merced.
La fortuna es una rueda, cuyo continuo movimiento a nadie deja gozar largo tiempo de la felicidad.
Cuando se terminó la venta de los trescientos ejemplares de DEMOCRACIA & LIBERTAD, Pulido se había gastado todos los mil quinientos dólares en comida, impuestos y demás gastos de la casa. No podía creerlo, en total se había metido mil quinientos dólares en dos meses de duro trabajo nocturno.
Incluso llevó a la familia entera a comer pasteles y capuchinos en Sweet & Coffe. Su padre veía ese acto como una manifestación de derroche del dinero. Y le decía a su hijo:
- El pastel llena de mucha azucar la sangre de las personas con propensión a la gordura. Y el café es una patada para el páncreas.
Ahora no sabía qué hacer. Pero, ahora, por las noches, había iniciado un nuevo manuscrito titulado: LA RESPONSABILIDAD POLÍTICA, que contenía su primer capítulo titulado: TODOS LOS HOMBRES DE LA INDEPENDENCIA DE LA PROVINCIA DE GUAYAQUIL. Este manuscrito realizaba un profundo análisis sobre las falencias del sistema Presidencialista en el Ecuador y su tradición centralista española. Y Pulido, en aquel documento, pedía un cambio en el sistema político ecuatoriano, para pasar del Presidencialismo al Parlamentarismo Federal Provincial. Joey fundamentaba sus racionamientos en las abismales diferencias sociológicas, antropológicas, políticas, ideológicas, raciales, etnológicas, linguisticas y de costumbres entre los costeños y los serranos. La Constitución tenía que ser sometida a un cambio, para que los costeños dejen constantemente de ser arrastrados al desastre económico y político, por las pésimas decisiones que se tomaban en el sistema político centralista de Quito, heredado de España. Al respecto Pulido tenía una teoría bastante interesante. Para Pulido la causa del atraso de Latinoamérica era su herencia española. Los españoles conquistaron el continente en pleno oscurantismo de la contrarreforma y eso había sido como el contagio de la peste para la mentalidad política del continente, que se contagió de ese encierro intelectual, ese orgulloso mirar hacia adentro que impide el desarrollo de una cultura más liberal y cosmopolita. Mientras que en el continente estadinense el descubrimiento y la conquista llegó a pisar tierra firme en plena reforma de tal manera que la libertad y la autonomía llegaron para apuntalar el desarrollo mental y la autosuficiencia de la gente.
Incluso, Pulido afirmaba la necesidad de que la costa tuviera sus propias fuerzas armadas y policía, compuesta por miembros nativos de la costa, su propia academia de la lengua, su propio diccionario y que, dentro de la nueva provincia de Guayaquil, compuesta por Manabí, Machala y Guayas, circulara una nueva moneda que se llamaría EL DESTRUGE, en honor al patricio guayaquileño Camilo Destruge Illingworth, y que la bandera de este nuevo Estado, fuera la bandera celeste y blanco de Guayaquil, con sus tres estrellas que representaban las tres provincias antes mencionadas, para dejar de utilizar la odiosa y poco original bandera tricolor, esa mala copia de la bandera de Venezuela, que el viejo Eloy Alfaro Delgado le había impuesto a los costeños, cometiendo el estúpido error de volver a unir la civilización de la costa con la de la sierra, que eran verdaderamente antagónicas e incompatibles, unión, que representaba el no menos odioso bolivarianismo.
Su madre, que era una mujer previsora, le dijo que había hablado con su sobrina Rose Mary, y que ella, le conseguiría un trabajo en el Puerto de supervisor de unos montacargas. Pulido recibió su uniforme, sus botas, su casco, y sus credenciales de ingreso al Puerto.
Todas las mañanas, Pulido se fumaba su último cigarrillo, volvía a decidir dejar definitivamente el cigarrillo y empezaba su jornada de trabajo, y luego, a coger el colectivo de la catorce para ir al Puerto.
De entrada, su presencia fue mal vista por Pescadito, el gordo jefe de operadores de los montacargas. Este gordo poseía un alto sentido de malsana competitividad y veía en Pulido a un vago, aniñado, que lo habían contratado para sustituirlo. Pero no le decía nada de esto a Pulido sino que lo trataba con gran sarcasmo y lo llamaba:
- A ver, MI JEFE, venga por aquí...y vaya a comprar esta manguera hidráulica que la necesitamos urgente. A ver, MI JEFE, venga por acá...y vaya a cambiar estos cheques, que necesitamos efectivo para comprar combustible.
Y luego, Pescadito le contaba su gran proyecto, de instalar un gran y lujoso bar de streap tease en el Puerto, para la diversión de los tripulantes. Incluso ya tenía comprado el aire acondicionado industrial, las luces de colores, el gas de fantasía, los servicios higiénicos, las botellas de whisky, los muebles, toda la música electrónica, el contrato con teve cable y las chicas listas y dispuestas para trabajar. Sólo faltaba hablar con el gran capo del Puerto, Lucky Gutierrez, un pez gordo calibre 38, para que le dé el permiso correspondiente y le alquilase un local dentro del Puerto. El bar se llamaría ANITA y sería la sensación de los tripulantes extranjeros.
En todo el tiempo que Pulido llevaba de vida, ya había desarrollado una gran superioridad intelectual y moral, y veía todo este voudevil con gran calma. No se trataba de que era un cobarde, sino que toda la miseria y la mezquindad humana la comprendía y todo le valía un pito. Además, cuando se tiene tanta mala suerte como Pulido, ya todo se lo toma uno con mayor resignación. Además había publicado un libro que se había vendido con un gigantesco éxito y él estaba tranquilo, porque después de treinta años de desesperación ya había pasado a la historia de la literatura política guayaquileña.
Un amigo, Rafael, le organizó en la Alianza Francesa, un recital poético y Pulido acudió, entre otros poetas para declamar sus tres piezas. Cuando a Joey le tocó su turno declamó un tremendo poema que dejó asustado a medio público y a algunas mujeres silenciosamente escandalizadas. El poema se titulaba VERÓNICA y decía así:
Aquella noche no esperaba
El dolor en las tripas era insoportable
Luchaba contra la tiranía de Dios
En medio de las dunas y de las olas
Apareciste con tu sonrisa
Te acompañé y te pedí compañía
No te pareció mala la idea de ganarte
Un billete de diez dólares en medio de la noche
Temías encontrarte con tu hermano
Me preguntas que quién soy:
Aquella noche podía ser Flaubert o Jack el destripador
Ciertamente no eres la Verónica de Cristo
Pero aquella noche me salvaste la vida
Se escuchaba Holyanna, de TOTO
Chupé tus pezones y luego saboree el sudor de tus axilas
Cogiste mi pequeño pedazo de carne
No sé dónde volverte a ver
Regresaste a la oscura noche preñada de dunas de arena llevando mi semilla en tu vientre
Para nunca más volverte a ver
Cuando Pulido terminó de declamar aquel poema ya casi había terminado el recital y al fondo permanecía una señora de cincuenta años, que se ventaba desesperadamente por el calor que experimentaba. Al parecer era extranjera y parecía que de un momento a otro lo iba a abordar a Joey.
Pulido la observó un momento y se le empezó a acercar poco a poco y ella se venteaba con su abanico con mayor rapidez como deseando fervientemente aquel encuentro. De pronto apareció Helen, su vieja amiga escritora y periodista cultural y lo invitó a cenar al hotel Oro Verde.
Cada vez que Helen lo invitaba a comer a Pulido era a un restaurant lujoso, sólo para los super ricos. Si no era al Club de la Unión era al PALACE o a cualquier otro lugar semejante. Y siempre lo interrogaba sobre los libros que estaba estudiando y sobre los libros que estaba escribiendo. En aquella época, su padre, antiguo archi millonario, estaba mal por el cáncer a los ganglios, batalla que estaba perdiendo poco a poco.
Ya por la mañana tenía que volver a enfrentarse a la pesadilla de trabajar como supervisor de montacargas en el Puerto.
En aquel trabajo, Pulido duró poco tiempo, porque las máquinas sufrían continuamente toda clase de desperfectos- seguramente provocados por las armas secretas indetectables de P2 Inteligencia Naval-. Y el gordo no conseguía suficientes trabajos donde poder colocar las máquinas. En una ocasión le dijeron a Pulido que haga un inventario de la pequeña bodega y cuando Joey estuvo frente a frente de todo aquel armatoste lleno de grasa, donde tenía que registrar, pieza por pieza, todo el contenido, se le subió toda la nicotina de todos lo cigarrillos que se había fumado en su puta vida, y le empezó a dar un ataque de risa demencial, frenética, imparable. Eran oleadas de carcajadas y más carcajadas, que no tenían ni principio ni fin. Cuando finalmente se tranquilizó, empezó a realizar el inventario de la pequeña bodega, pieza por pieza. Cuando le contó a su esposa mormona lo que le había pasado, ella le preguntó que cuál había sido el motivo de semejante comportamiento y él le mintió. Le dijo que había recordado un episodio que le había pasado en Montañita. Pues, en una ocasión, Pulido se había quedado a vivir en Montañita tres meses, y, lógicamente, se había quedado sin dinero para la comida, así que, cuando iba de la punta al pueblo, muerto de hambre, a ver de dónde sacaba un plato de comida, se encontró con unos amigos que le dijeron que no caminara más y que se metiera en una casa de caña a esperar, que ellos le traerían un plato de suculenta comida. Las horas de oscura espera, en aquella covacha de caña eran interminables, y Pulido, que le tenía miedo a la oscuridad, sentía como millones de espíritus, ¿almas en pena?, se le abalanzaban sobre el rostro y hasta sentía que se lo querían llevar en peso, pero Joey estaba tan desfalleciente por la hambruna que no oponía resistencia a nada. Cuando, finalmente, llegaron sus amigos pudo devorar unos trozos de algo que le parecía fritada, pero que al saborearla le parecía también una mezcla de carne de vaca con carne de chancho. Cuando terminó de comer, apetitosamente, sus amigos le preguntaron si le había gustado y él respondió que sí. Entonces, ellos le dijeron que se había comido un zorro con un tremendo rabazo.
Eso fue, lo que Pulido le dijo a Penélope, que era el motivo de la risa demencial, que le había atacado en el Puerto, pero todo era un cuento porque Pulido, en realidad, no sabía de qué se había reído ni la causa que lo había motivado.
Por las noches, Pulido trabajaba incansablemente tipeando en su máquina de escribir mientras escuchaba la canción titulada: BYE BYE SUPERMAN, del grupo electrónico GEYSTER. Le daba los últimos toques a su manuscrito titulado: LA RESPONSABILIDAD POLÍTICA, que contenía dos capítulos, el uno era: TODOS LOS HOMBRES DE LA INDEPENDENCIA DE LA PROVINCIA DEL GUAYAS.
Y al mismo tiempo empezaba un manuscrito, que sería el segundo capítulo de LA RESPONSABILIDAD POLÍTICA, titulado: SOBRE LA LEGALIZACIÓN DE LA POLIGAMIA, capítulo que estaba dedicada a Soraya, princesa de Irán. Mujer iraní, cuya existencia, por su educación europea, estaba dividida entre la cultura occidental y la oriental. Y que a pesar de ser el gran amor del Sha de Irán, Mohamed Reza Palevi, tuvo que divorciarse del gran emperador persa de extremo Oriente por no poder darle descendencia.
Aquel capítulo comenzaba con un liminar del profesor Saul Bellow que hablaba sobre la naturaleza:
Buen trecho nos lleva a algunos a averiguar qué implica el ser hechura y parte de la naturaleza. El tiempo que demora esto dependerá de la presteza con que se disuelva el resguardo social en cada caso. Mas, no bien se ha disuelto ese néctar, muy otro resulta el temple de las cosas, lo cual nos llena los ojos de estupor y lágrimas. La novedad radica en que, aun si te has elevado sobre las arenas de la existencia, estás pronto a caer.
Pulido afirmaba en este escrito, que la naturaleza humana era la fuerza fundamental que gobernaba al hombre moderno, muy por encima de la razón, la moral o el sentido común, y que el sistema capitalista de la mano invisible de Adam Smith, con su filosofía de alta competitividad y de supervivencia del más apto, propiciaba estas condiciones, donde el hombre moderno, como ejecutivo de una o varias empresas, se hallaba junto con su sexualidad y el estrés, completamente perdido, como los leones en medio de la jungla. Pulido proponía regular la necesidad del hombre-como la de los leones-, de introducir su semilla en diferentes mujeres y evitar la plaga de los divorcios, que tanto daño le hacían a las familias con hijos menores de edad o a las mujeres que eran repudiadas por sus maridos por no poder darles descendencia. Para Pulido, el estrés era el promotor principal de la voluptuosidad y la lujuria, y el sexo era la gratificación, que la naturaleza le daba al macho o hembra dominante, por la realización exitosa de un negocio. Pulido explicaba de esta manera la razón por la que había tantos MANAGERS que se divorciaban de su esposa para casarse con su secretaria. También afirmaba que las mujeres que sufrían de infertilidad no tenían que ser repudiadas por sus esposos porque la legalización de la poligamia arreglaría el asunto e incluso facilitaría las cosas a las madres que alquilaban su vientre para ayudar a tener prole a las familias devastadas por trágicos cuadros clínicos de infertilidad femenina. Aunque a Pulido le quedaba por resolver el ambiente de competitividad que experimentarían las esposas por obtener los favores de su esposo y los celos que le quitarían la necesaria estabilidad a la familia.
Todos estos escritos eran intercalados con poemas eróticos, que a veces tenían algo que ver con lo escrito más atrás.
Las noches le parecían a Pulido infinitas, tipeando y tipeando, toda la madrugada. De esta manera, este hombre viejo y enfermo era feliz. Al menos, ahora su familia ya no le decía nada y lo dejaba en su ocupación, sin perturbarlo en lo más mínimo. Al final se había ganado el respeto de su familia y cierta comprensión en su condición de intelectual de cuarta fila.
Pero los problemas parecían no terminar nunca. Cuando se acabaron los libros, Pulido estaba otra vez sin trabajo y chiro. Sus hijos le pedían cosas de comer, ropa para vestirse, zapatos, Penélope le exigía que pagara las pensiones de los colegios, que le diera dinero para el transporte. Penélope seguía con la loca idea de hacer una vida religiosa por separado de la familia de su esposo y en especial de su esposo. Ella creía que toda la desgracia de Joey y toda su mala suerte, provenía de su ateísmo, que era una grave ofensa para Dios. Ahora ella le daba, incluso, por pasar con los niños el fin de año. Para Penélope, su verdadera familia estaba en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Así era la cosa, Pulido estaba descartado como esposo y casi era considerado una basura como padre.
Pero Pulido no se rendía y por las mañanas salía a buscar trabajo y por las noches seguía tipeando y corrigiendo su segundo manuscrito, titulado: LA RESPONSABILIDAD POLÍTICA. ¡Qué noches tan alucinantes eran aquellas! Pulido escribía en su máquina, y ni el sueño ni el cansancio hacían mella en su determinación de recuperar el tiempo perdido, de recuperar a su familia, de ser alguien que haya dejado una importante huella en la historia filosófica del Ecuador. A veces hacía una pausa en medio de la madrugada y se salía a su patio a fumarse un último cigarrillo. A lo lejos se escuchaba la canción Saidi Love You, de Michael Bolton... y Pulido se veía así mismo como un negro corcel, libre, al galope, en medio del desierto de Salinas. ¿Eran puras alucinaciones?, nadie lo sabía con certeza ni el mismo Pulido.
Una tarde, cuando ya se dirigía derrotado a su casa por no encontrar trabajo, se encontró con una ex compañera de la universidad, que poseía un extraordinario parecido con Mary Tyler Moore y le pidió trabajo. Ella se alegró de verlo. Se fueron a tomar unas cervezas y ella le dijo que le podía conseguir un trabajo en el Puerto. Pulido ya no sabía qué hacer, todos los caminos lo llevaban a Roma y siempre terminaba perdiendo. Luego, Susana le dijo que se había vuelto a divorciar y que tenía a su cargo un hijo con una leve discapacidad que no el permitía escuchar bien. Ella quería que Pulido le hablara de sus libros, pero Joey estaba mal aquella noche. Estaba siendo presa de otro ataque de depresión angustiosa y lo único que quería era irse de ahí lo más pronto posible, acostarse en su cama y dormir hasta que se le pasara la crisis. Pero su amiga, ya borracha, le dijo que le hablara, que le hablara y le volvía a servir más cerveza en su vaso.
Entonces Pulido le habló del nuevo libro que estaba escribiendo y que él era muy escéptico con respecto al camino por el que nos estaban llevando a los costeños la patria serrana. De esa manera siguió hablando, lleno de angustia, sobre sus perspectivas ideológicas y ella, en un momento dado, lo interrumpió al acercarse a él y depositarle un apasionado beso en los labios. Luego le dijo que se fueran a la cama. Pero Pulido no estaba bien aquella noche. Lleno de temores se fue con ella y subió las escaleras del hotel detrás de aquel inmenso culo. A la hora en que los dos estaban desnudos, Pulido descubrió amargamente que no se le paraba la picha y ella le preguntaba toda borracha y despechada con las tetas y su vello púbico al aire:
- ¿Qué es lo que te pasa?, ¿acaso soy demasiada mujer para ti?
- Lo siento, es que me has cogido en un mal momento. Estoy muy deprimido y estoy soportando una crisis de angustia fenomenal, lo siento.
Y ella, parpadeando y comprendiendo sus palabras en medio de una nube de alcohol, le dijo:
- Venga para acá, papito.
Y le comenzó a chupar el penecito esmirriado de Pulido, con tal destreza que la picha se empezó a poner bien tiesa. Para cuando terminó de succionar, se acostó en la cama y se quedó dormida con un ligero dolor de cabeza, por la gran cantidad de cerveza que había ingerido. Entonces Pulido empezó a succionarle los pezones de una manera sistemática, hasta que se pusieron bien duros. Pero cuando terminó de chuparle los pezones a Susana, ya la picha estaba otra vez muerta, entonces se acostó junto a ella y se quedó dormido. Aquella noche, en aquel hotel, Pulido tuvo muchas visiones sobre el desierto, el mar, las olas. Constelaciones, galaxias, agujeros negros tragándose galaxias enteras, universos enteros, poemas de Octavio Paz pasaban por su afiebrada mente. A lo lejos se escuchaba la canción de los EAGLES: I can’t tell you why...
Después de muchos días de seguir buscando trabajo en el día y de escribir por las noches su segundo libro titulado: LA RESPONSABILIDAD POLÍTICA, recibió un telefonazo de Susana, en el que le decía que estaba muy agradecida por haberla respetado aquella noche y no haberle hecho nada. Al parecer no se acordaba de lo que en realidad había pasado. Luego le decía, que ya le tenía listo el trabajo en el Puerto y que venga con los papeles necesarios. Una vez más Pulido regresaba al Puerto y de entrada se encontró con un mudito que por señas vendía consoladores de plástico para mujeres y homosexuales, películas porno, condones, lotería y periódicos. Este mudito apodado, Comebicho, que cada vez que hablaba cerraba el ojo derecho, en una ocasión caminando detrás de un tripulante borracho, que recién salía del Puerto, vio cómo a éste se le caía un fajo de billetes de cien dólares y el mudito estuvo hecho con ese billete y se compró un carretilla de hot dogs, que vendía unas salchichas gigantescas. Todos en el Puerto le compraban los hot dogs al mudito Comebicho, que las vendía con pequeños gritos sordos, gestos cómicos y señales.
Pronto, Pulido fue escoltado por un infante de marina, hasta la oficina de un oficial de Inteligencia Naval, y ahí fue rápidamente entrevistado. Cada vez que Pulido iba a hablar, era interrumpido por el oficial de la marina, hasta que por último, le dijo que vaya directamente a trabajar. Al parecer, el poder de Susana era grande, tremendamente grande, para meterlo a trabajar como un rayo.
La primera función de Pulido, era la de controlar los papeles de los contenedores, que traían carga refrigerada para exportación y en general todos los papeles de los contenedores y camiones para exportación. Pulido revisaba, casi mecánicamente, los papeles y pronto fue conocido por los camioneros como: EL IRLANDES, porque siempre los dejaba pasar, sin hacerles mucho problema. Así era Pulido, un hombre de pueblo, que era querido por todos. Pronto Pulido se dio cuenta de cuál era la falla en aquel sistema. El Puerto necesitaba de una ventanilla exclusivamente para la exportación, ya que ese era el rubro más importante para el país y le parecía que la ventanilla tres era la más apropiada. De la misma manera como los bancos tenían una ventanilla especialmente para los depósitos, así debería tener el Puerto para los camiones de exportación de carga refrigerada y perecible. Por ejemplo, si un camión refrigerado repleto de piñas se quedaba sin frío y se podría la fruta, el dueño podía estar perdiendo casi veinte y cinco mil dólares.
Entonces un día fue a la oficina de Susana y le dijo lo que pensaba y ella, un poco avergonzada de verlo nuevamente, le dijo que le hiciera un informe por escrito y que se lo entregara. Y Pulido hizo exactamente aquello y se fue muy contento por su genial idea. Al día siguiente, todos los compañeros lo miraban con más respeto, porque por un motivo que nadie sabía, la ventanilla tres, sólo era destinada para la continua entrada de camiones para la exportación y ya no tenían que esperar ni hacer colas inmensas con el peligro de que se quedaran sin combustible o de que se les arruinara la carga refrigerada por algún desperfecto en el sistema refrigerante.
Luego, llegó el día del trabajador y a Pulido le tocó trabajar en la madrugada. En una de las ventanillas trabajaba un pariente lejano por parte de la madre de Pulido, que era bombero y que tenía la manía de comer a cada rato, inflando de esa manera su descomunal barrigota. Siempre que lo veía a Pulido, le enseñaba una tarrina repleta de guatita y le decía:
- ¡Familia!, ¿quieres jama?
En aquella ventanilla se escuchaba la mejor música de los 70’s, que Pulido se pudiera imaginar. Entonces su jefe le dijo que aquella noche la iban a pasar por todo lo alto. Y le enseñó unas botellas de cerveza envueltas en una funda con hielo. Al parecer, un pinto gordo, un pez gordísimo calibre 38 del puerto, al que apodaban Garrotillo, porque siempre estaba arrecho, le había dejado esas cervezas en lata con tal de que les deje pasar unos contenedores sin los papeles en regla. Entonces empezó la bebedera para celebrar el día del trabajador. A Pulido no le gustaba beber porque no le gustaba vomitar, pero aquella madrugada se declaró loco y empezó a beber como descosido. El resultado fue, que al amanecer terminó vomitando los hot dogs del mudito Comebicho frente a una de las cámaras del Puerto, que lo registró todo perfectamente.
El movimiento efectivo en el Puerto era por las noches.
Cada vez que Pulido veía a un tipo sospechoso con cara de mafia, que se acercaba con ganas de coimar con una suma fuerte, Pulido lo conectaba con su jefe de grupo y él se hacía a un lado. Pulido sólo cogía pequeños sueltos y de esa manera se evitaba problemas mayores. Por proceder de esa manera era todavía más querido por sus compañeros y siempre a la salida del trabajo lo invitaban a comer cangrejos y a tomar cervezas en el bar de oficiales de la marina. Pulido se extasiaba con el espectáculo, casi pornográfico, que daban las mujeres de los militares al lucir esos trajes de baño diminutos y apretaditos. En una ocasión se le acercó Sandra Lee, la hija de un coronel y le dijo que lo reconocía como el escritor que le había vendido un libro sobre política y sexo afuera de una discoteca en el malecón de Salinas. Ella le dijo que lo había leído tres veces y que le había gustado mucho. También Sandra le dijo que escribía desde muy pequeña, pequeños poemas, letras de canciones y que quería ser escritora y después le preguntó, toda temerosa, si él le podía enseñar a escribir.
Pulido, nervioso, no se veía como un instructor o un crítico literario y sólo acertó a decirle lo que había leído en una novela de Jack Kerouac:
- ¡Para ser escritora tendrás que dedicarte a ello como un adicto a las anfetas!
Luego le firmó el autógrafo en una servilleta y le dio una tarjeta con la dirección de la imprenta y ella, con una sonrisa profunda en los labios, lo dejó con su cerveza helada en la mano y sentado en el bar.
Pero la mala suerte lo tenía cogido de las pelotas a Pulido y un buen día cambiaron la guardia en la que él trabajaba y le pusieron unos guardias privados, que no sabían trabajar en equipo. El jefe de Pulido le advirtió que se cuidara de esos soplones y que no diera chance. Entonces Pulido ya no sabía qué hacer cuando los choferes le ponían los dólares en la mano. Pero, ¡cosa curiosa!, los nuevos guardias cogían las monedas, los billetes a diestra y siniestra y él pronto fue a consultar esto a su jefe y al final nadie sabía nada de nada. Lo que estaba claro, era que estos tipos estaban ahí para cogerlos in fraganti en una falla garrafal y sustituirlos.
Pulido empezó a tratar de comunicarse con estos guardias y ese fue su peor error. En una guardia vespertina se encontró con un viejo compañero, apellidado Bonilla, de aquella primera vez que Pulido trabajó de guardia y la pasaban de lo lindo. En las madrugadas, para alejar a los mosquitos, encendían fogatas con viejos papeles de periódico, fundas usadas de cemento, palos y maderas de pallets destruidos.
Cuando salían se iban a la casa del comando Bonilla y en el patio de la casa encendían un porro de yerba. Bonilla era afroecuatoriano y le presentó a su hermana, que era una negrita linda y que vivía aparte. Pronto se hicieron amantes y cada vez que Pulido tenía que hacer guardia en las madrugadas, salía más temprano que de costumbre de su casa para llegar a la casa de la negrita Gabriela, fumarse unos porros de yerba, tomarse unas botellas, ver películas porno y hacer el amor frenéticamente. Luego ella lo acompañaba hasta la carretera, lo despedía preocupada, pero cariñosamente y él se iba a trabajar al Puerto.
Pero la mala suerte lo tenía agarrado de las pelotas a Pulido y en una ocasión, llegó un poco borracho al trabajo y mientras cogía la coima que un camionero le puso en la mano, no se percató de que un guardia, de los nuevos, estaba a su espalda y lo cogió in fraganti y le dijo:
- ¿Este tipo te está coimando, no?
Pulido, pálido, aterrado, cuando lo vio que con la radio en la mano y que lo iba a reportar, le dijo:
- ¡Oye, brother, tranquilízate!, ¿qué estás haciendo?, nos vas a meter en un lío a todos, si tú también coges dinero, hasta te he visto dejar pasar camiones por veinte y cinco centavos...
Pero el comando estaba decidido a cortarle la cabeza a Pulido y lo reportó por la radio. Pronto vino la patrulla de la nueva seguridad y se lo llevaron a ver a su jefe de Inteligencia Naval. Pulido estaba muerto de miedo, pronto se quedaría sin trabajo ¡y sólo por coger un dólar de coima!
La entrevista fue penosa, el oficial de Inteligencia Naval le preguntó si había sido coimado y Pulido le dijo que sí, luego le preguntó que cuánto había cogido y Pulido le dijo que un dólar. Este argumento el oficial de Inteligencia Naval lo confirmó con el chofer del camión, que también le dijo que le había puesto en la mano al IRLANDES, un dólar y eso fue todo. Pulido estaba decapitado y nuevamente sin trabajo.
Sus amigos le habían dicho que si pasaba algo semejante se quedara callado y que se fuera sin abrir la boca y eso fue lo que hizo Pulido. A la mañana siguiente fue a devolver los uniformes, las botas, se comió el último hot dog del mudito Comebicho y se fue del Puerto sin mirar atrás. Otros amigos, que lo querían mucho por ser buena gente, le decían que utilizara su palanca con su amiga Susana para que no lo saquen, que era ridículo que lo boten por una coima de un dólar, pero Joey era incapaz de mezclar en ese lío a su querida amiga Susana y se fue sin ni siquiera molestarla por aquello.
Una vez más Pulido se encontraba desempleado, viejo, desesperado, con el alma intranquila, subiendo y bajando la loma de su barrio a punto de sufrir un infarto o un derrame y fumando muchos cigarrillos para tratar inútilmente de controlar su ansiedad. A veces le daban fuertes crisis de tembladera que lo mandaban directo a la cama a dormir hasta que se le pasara toda la agonía.