INEPTITUD
Después de aquella inútil conversación, Penélope le dijo a su esposo que se arrodillase junto a ella para que se pongan a orar. Pulido nunca podía decir no a nada y empezó a soportar el dolor que su peso le ocasionaba a las rodillas. Escuchó y escuchó las largas letanías y peticiones de su esposa al Padre Celestial y a duras penas pudo seguir aguantando el dolor de las rodillas, cuando ella terminó su plegaria mormona. Después de eso para Pulido todo seguía igual, nada había cambiado para Pulido.
Por fin la salvación llegó una tarde en que se encontraba atontado por la nicotina, mientras miraba junto con Pava Loca, Iván Reinoso y Carlos Xavier Achí, acostado en la arena, a unos bellos adolescentes correr olas en Paco Illescas. Su amigo de la infancia, Leonardo, apareció de repente y le preguntó si estaba trabajando y al saber que no, le dijo si quería trabajar conduciendo un taxi amigo.
Aquí Pulido tenía que trabajar tres días de día, de ocho de la mañana hasta las ocho de la noche. En este trabajo Pulido le llegó a coger terror a los vigilantes. Pulido no cogía un volante desde hace mucho tiempo, cuando lo habían citado por manejar en contravía. Como nunca tenía un trabajo estable, nunca había pagado la multa y el tiempo había pasado hasta que la citación caducó. Para rematar, el Hyundai Matrix, que manejaba Pulido, no tenía la placa de atrás, y a los malditos cabezas de la Comisión de Tránsito se les ocurrió la idea- seguramente sugerida por P2 Inteligencia Naval-, de realizar un operativo de placas. Luego se inició otra clase de operativo en Petroecuador, - también seguramente una idea sugerida por P2 Inteligencia Naval-, que urgía a la DNH, Dirección Nacional de Hidrocarburos, a vigilar a los expendedores de gas para clausurarlos si vendían los cilindros a los taxis amigos. De esta manera Pulido cada vez le cogía más y más odio al Ecuador, país maldito en el que no podía vivir ni trabajar. Y se sentía mucho más tranquilo y sosegado, cuando trabajaba manejando en las noches y madrugadas. Aquel trabajo era sumamente estresante, había que estar pendiente de la radio, donde una áspera y grosera señorita le hablaba a Pulido en una clave casi ininteligible. Seguramente para, supuestamente despistar a los demás clientes o escuchas invasores.
En una ocasión lo llamaron a Pulido a que vaya a recoger a una profesora de un jardín de infantes. La chica era linda y le pareció algo muy ocurrido cuando Pulido le dijo que casi eran colegas porque él era escritor. Se cayeron tan bien que ella le dio su número de teléfono para que se pusieran de acuerdo en salir un día domingo que estén libres los dos. Pero Pulido la llamó una noche en que andaba en el taxi y se la llevó a trabajar. A ella le gustaba pasear en el carro con Pulido. Se sintonizaron tan bien que ella terminó haciéndole el sexo oral mientras él conducía despacio por las solitarias y nocturnas carreteras de Salinas.
En una ocasión la profesora parvularia le dijo:
- ¿Por qué no te divorcias de tu esposa, si ella ya no te ama, y te casas conmigo, una intelectual como tú, que está a tu nivel y que te entiende bien?
Pero Pulido no contestó. Luego de una pausa que parecía casi eterna le respondió a su amante-amiga:
- Amo demasiado a mis hijos. No podría vivir lejos de ellos y ella me castigaría, llevándoselos lejos. Prefiero matarme antes que provocarles una escisión psicológica de esa naturaleza, que terminaría matándome también. Prefiero sacrificar mi felicidad por la estabilidad emocional y la felicidad de ellos, los siento, espero que me entiendas.
- Sí, te entiendo perfectamente, aunque no tenga hijos, pero tus palabras son tan claras, llenas de emoción, sentimiento y te entiendo, ¿pero por lo menos seguiremos acostándonos y seguir siendo amantes?
- Todo el tiempo del mundo, amor, todo el tiempo del mundo. Sólo contigo puedo conversar de cosas profundas.
- A mí me encanta viajar en el carro contigo, ojalá pudiéramos viajar por toda la eternidad de día y de noche hasta el fin de los tiempos.
En las noches el trabajo era para Pulido un verdadero disfrute. Manejar aquel Hyundai Matriz lo relajaba. Siempre tenía que parquearse y hacer base en el parqueadero de un canal de televisión hasta que lo llamaran por la radio. A los choferes como Pulido, que manejaban carros que no pertenecían a la compañía, les daban un máximo de seis carreras y luego los parqueaban. Entonces los choferes se ponían a conversar sobre los diferentes problemas que tenían con los vigilantes, con los tipos de la dirección nacional de hidrocarburos y los problemas que tenían con los clientes.
Pronto Pulido intimó con uno que parecía ser el más viejo de todos y el más experimentado. Joey le empezó a conversar todas sus experiencias sexuales, incluso las más disparatadas que había realizado con las mujeres negras. Pulido habló y habló y habló como yegua desbocada aquella noche. Y su amigo lo escuchaba atónito y meditabundo. Otro colega que también estaba escuchando fue llamado por la radio y mientras se iba le fue diciendo a Pulido:
- Ya no lo siga pervirtiendo a ese pobre hombre...
Y todos terminaron la conversación con un verdadero ataque de risa verdaderamente demencial.
En una ocasión le tocó a Pulido ir a recoger a una mujer completamente alcoholizada, que le pagó la carrera con un billete demasiado fuerte. Cuando Pulido lo cambió en una gasolinera y regresó a donde se encontraba el vehículo, encontró a la chica vomitando hasta el cerebro por la ventana del carro. Ella al verlo todo asustado le dijo:
- Siga conduciendo, siga conduciendo.
Al día siguiente su amigo Leonardo, con el que se turnaba para manejar el Hyundai, le preguntó que quién le había vomitado la puerta del vehículo. Luego le dijo que le habían aparecido unas bolas en las axilas y en la zona peritoneal y ambos temieron que se tratara de algún cáncer. Pulido de inmediato sospechó que se trataba de algún bombardeo con armas secretas indetectables de P2 Inteligencia Naval. Pero para que su amigo no lo creyera loco, guardó silencio.
Un día, el Gerente de la compañía de taxi amigo, lo invitó a Pulido a practicar en su dojo algo de karate. Este tipo además de experto instructor en Kempo, tenía la manía de fumar triqui. Pulido no sabía el motivo por el que él lo había elegido y se puso el kimono de entrenamiento, reprimiendo a duras penas el nerviosismo, una pierna le temblaba involuntariamente como cuando daba sus discursos en el templo mormón o en la universidad. En alguna ocasión había leído que ha Jack Kennedy, también le temblaba la pierna cuando hablaba en público.
Cuando estuvieron listos y frente a frente, Roger le dijo:
- Ahora, bien, trata de atacarme.
Y Pulido no sabía qué hacer, así que trató de agarrarlo del kimono para sacarlo de equilibrio, pero Roger lo agarró del cuello a Pulido y lo proyectó con bestial fuerza hacia el suelo. Pulido rebotó en el tatame como si fuera de goma y se puso de pie de inmediato. Roger se le fue encima y cuando estuvo cerca, Pulido lo agarró de las solapas y le practicó una proyección de judo ruso, haciéndolo pasar a Roger por encima y haciéndolo volar hacia la otra esquina del tatame. Ahí se quedó Roger un momento, totalmente sorprendido y confuso por la inesperada caída. Luego se levantó y le dijo a Pulido:
- ¿Dónde aprendiste esa técnica de combate?
- En el colegio claretiano Espíritu Santo fui campeón intercolegial de judo y me gané una beca de seis meses para estudiar judo ruso en Moscú.
- Te felicito, hombre, no eres lo que pareces, te felicito. Ni me di cuenta de cuando me agarraste. Ahora pongámonos los guantes de box, vamos a ver cómo estás en el box.
Cuando los dos se terminaron de calzar los guantes, comenzaron a realizar amagues y Roger le propinó dos buenos golpes en el ojo derecho a Pulido, que de inmediato se le comenzó a poner rojo y a hinchar. Cuando se acercó para pegarle en las costillas, Pulido lo agarró del kimono y lo volvió a proyectar con una técnica de judo ruso, que lo hizo volar por encima de su cabeza al pobre Roger. Cuando cayó el robusto Gerente, sintió un intenso, pero intenso dolor en los riñones y se quedó ahí, acostado sin poder moverse por un buen rato.
Después de eso, Roger suspendió la práctica de artes marciales.
Aquel trabajo de taxi amigo duró poco porque la política de la empresa no toleraba muchas fallas en los conductores. Si un chofer, fallaba en dar con las direcciones cuando iba a ver a un cliente, simplemente lo botaban. Y para Pulido era un infierno cada vez que lo mandaban a buscar un cliente a Guayacanes o a Puerto Azul donde los dueños de casa nunca ponían sus señas.
Desesperado Pulido buscaba trabajo en las mañanas mientras en las noches escribía en su vieja máquina de escribir su manuscrito MODERNO, SOFISTICADO Y DECADENTE. Aquel manuscrito ponía en evidencia la falta de una cultura filosófica entre los miembros de la civilización de la costa. Los Guayasenses, poco inclinados a las letras y más metidos en el comercio nacional e internacional, habían delegado todo el andamiaje educativo a los profesores serranos, que les inculcaban sus ajenos y extraños valores a las nuevas generaciones. Todo el pensamiento nativo de los costeños representados en pensadores como José Joaquín de Olmedo y Maruri, Modesto Chavez Franco, Camilo Destrugue Illingworth, Pedro Carbo Noboa, Víctor Emilio Estrada, Julio Estrada Ycaza, Rodolfo Pérez Pimentel y Antonio Gómez Iturralde, estaba siendo ignorado y casi borrado de la historia y de los programas educativos. Los serranos para dominar a los costeños no sólo los habían marginado de las FFAA, sino que habían practicado un verdadero etnocidio cultural con el pensamiento independiente y separatista de los costeños. De esa manera se les quitaba la identidad a la nación costeña que era tan diferente y antagónica a la serrana. Este vacío cultural perpetuaba el que los Guayasenses sean encadenados a perpetuidad en el sistema centralista, que los quiteños heredaron de España junto con esa despreciable tradición de las corridas de toros. Todo eso eran detalles reveladores de un sadismo inhumano para el pensamiento de Pulido, que veía en aquellas celebraciones llenas de chiquillas lindas, tomando vino, felices, mientras en el ruedo de arena se encerraba y torturaba al pobre toro hasta provocarle una humillante muerte que le atravesaba el corazón con una espada hasta hacerlo vomitar sangre y la consiguiente fatal asfixia sanguínea ocasionada por el colapso de los pulmones. Finalmente, a la conclusión que llegaba Pulido era que si el cambio no se daba, había la necesidad de que un piloto guayasense corajudo se fuera a Quito y bombardeara el odiado y temido PALACIO DE CARONDELET, hasta que no quede piedra sobre piedra de la maldita cuna del centralismo.
Una mañana, mientras Pulido subía la loma de su barrio, se encontró de nuevo con su viejo amigo Lucho Lacho y éste le preguntó si quería trabajar de guardia de seguridad de una central política de León Roldós. Pulido le dijo que sí, de inmediato.
Aquella tarde se encontró con su viejo amigo Teddy Crow y éste le dijo que si quería acompañarlo a surfear un rato en el PLAYERO del MIRAMAR.
Teddy había cogido un viejo tablón y lo había transformado en una tabla mediana en forma de una estilizada gota de agua. Lo mejor de esta tabla de foam, de color verde con filos negros en los bordes, era que en la parte de atrás tenía un rabo gordo que en la parte inferior poseía unos profundos canales, que le daban al surfista mayor tracción y agarre a la ola al momento de surfear.
Hacía mucho tiempo que Pulido no corría una ola. Teddy le prestó la tabla a Joey y éste se fue remando hasta la pequeña isla frente al MIRAMAR. El agua estaba fría por la corriente del Humboltd. Las olas eran medianas y transparentes. Pronto Pulido se percató que en aquella tabla era sumamente fácil irse sobre las olas y mantenerse en ellas. Aquellos canales debajo de la tabla eran fabulosos. A pesar de estar completamente oxidado por los problemas y de tener un deplorable estado físico, Pulido se olvidó –por un momento-, de toda su desgracia y miseria. Al bajar aquellas olas playeras, Pulido sentía la fuerza del océano debajo de sus pies, a veces recordaba a Doris cuando la iba a visitar a Canoa, a veces pensaba en sus hijos, a veces no pensaba en absolutamente nada y su mente sólo estaba llena de diferentes imágenes del océano, la ola y el horizonte de un brillante anaranjado. Pero pronto Joey se sintió abandonado de todas sus fuerzas. A duras penas había cogido una ola y ya estaba exhausto. Con lo que le quedaba de fuerzas, remó hasta la orilla donde lo esperaba Teddy y le entregó la tabla. Teddy absolutamente asombrado le preguntó:
- ¿Ya?, ¿eso es todo?
Joey tenía que salir todas las tardes de su casa, despedirse de los niños, coger la 54 y quedarse a dos cuadras de la CENTRAL que lucía unos grandes cartelones de publicidad, llamados gigantografías.
El primer día que Pulido entró a trabajar un afroecuatoriano, que cuidaba carros se le paró al lado y de frente encendió un cigarrillo de marihuana. Cuando Pulido se percató de aquello se alejó un poco y siguió con su trabajo de cuidar que ningún vándalo rompiera la publicidad. Al caer la noche, justo en aquel rincón de la central se reunían una colección de figuras del submundo perdido del alcoholismo y la drogadicción.
Pronto Pulido conoció a toda la mafia de aquel barrio y se hizo íntimo amigo de Manita, el negro Mina y Jimmy. Todos eran pushers de yerba, que de vez en cuando fumaban base-sobretodo el negro Mina-, que no podía comenzar el día sin fumarse una pistola y que le cobraba un dólar a Pulido por protegerlo a él y a la CENTRAL de Roldós. Posiblemente esa protección era de alguna barbaridad que el propio negro Mina pudiera cometer contra la propaganda que colgaba afuera.
En las madrugadas llegaba a la CENTRAL de Roldós, Jimmy y siempre iba con uno o dos ladrillos de marihuana y harto papel periódico y dentro de la central y bajo llave, se ponía a armar las mugas de marihuana que iba a vender más tarde. Mientras ocurría todo eso, Pulido escuchaba la radio católica, mientras las devotas monjitas se desenvolvían en una serie de oraciones, pidiendo la necesaria misericordia al Altísimo. A veces Jimmy, con la frente repleta de sudor, le preguntaba a Pulido:
-¿Por qué escuchas, eso?, ¿acaso eres católico?
Y Pulido le respondía:
- Es mi protección contra cualquier problema que me puedas traer. ¿Sabes lo que pasaría si mi pana Lucho Lacho, llega y nos encuentra aquí metidos en la CENTRAL, con toda esta marihuana? Se arma un tremendo relajo.
- Tranquilo, brother, tranquilo, Manito está en la esquina con un celular para avisarme sobre cualquier novedad. Cualquier cosa yo me encierro en el baño y nadie me saca de ahí.
A Manito le decían Manito porque tenía el brazo doblado por un antiguo accidente de moto y un gigantesco clavo, atravesándoselo, impidiéndole doblarlo completamente. Manito era adicto al puro y a la caña loca y cuando no estaba traficando lo venía a visitar a Pulido junto con sus amigos alcohólicos y se ponía a beber y hablar de alta política hasta que aparecía el sol y Pulido tenía que cerrar para irse a su casa.
Unas veces era Oui oui, el que llegaba con una chatita de puro, otras veces era el Comando 20, 20, que venía cargado con harta marihuana para repartir a todos los vagabundos y desamparados que estaban presentes, otras veces era un anónimo desamparado que se metía dentro de la carcacha de un taxi abandonado para después de acostarse, empezar a fumar pistolas de base, todo eso mientras los patrulleros de la policía rondaban por todas partes.
La tragedia de Oui Oui era algo desgarrador. El pobre había quedado rayado después del servicio militar y de eso era de lo único que hablaba cuando estaba borracho. Algunos decían que el amor no correspondido de una mujer lo había llevado al alcoholismo. De vez en cuando su pobre madre lo iba a buscar para llevarle una tarrina de comida y eso era todo un drama, que arrancaba las lágrimas de cualquier persona.
La historia del Comando 20, 20 era que él había pertenecido a la famosa banda del bronco rojo y con ese dinero mal habido le había comprado una casita a su pobre madrecita. Era un delincuente drogadicto, pero estaba orgulloso de ser un buen hijo. Todo había terminado para él cuando cayó a cana. Al final terminó loco y desamparado por la droga.
Pobres, pobres, pobres hombres. Alguna vez fueron niños cuidados y amados por sus padres y ahora estaban perdidos en el mundo del alcohol por voluntad propia o por una serie de factores desconocidos. Todos buscaban siempre fiar la comida, luego juraban y rejuraban que pronto pagarían sus deudas, pero lo primero que hacían cuando tenían dinero era volver a perderse entre la felicidad artificial del alcohol.
Al lado de la central política de Roldós estaba la casa del pusher que proveía de base a las prostitutas nocturnas. Pulido era testigo de su manera furtiva de llegar, todas temblorosas, apretando el culo para que no se les salga la mierda y llenas de misterio para comprar sus paquetitos, que luego abrían en sus esquinas para preparar sus pistolas y luego ponerse a fumar y fumar toda la noche. Cuando llegaba algún cliente se dirigían a la central donde Pulido hacía guardia y le suplicaban para que – a esas horas de la madrugada-, Joey les dejara entrar para tirar el palito con su cliente y luego irse por ahí con su dinerito. Pulido, pacientemente, cogía los almohadones de un viejo sillón, formaba una cama y luego se iba a sentar a un rincón, siempre escuchando la radio católica, mientras era testigo del acto sexual de las putas con sus sudorosos clientes. Pulido había convertido en las madrugadas la central política de Roldós en una casa de citas y en un antro del narcotráfico. Si su amigo Lucho Lacho lo descubría seguro se le paraba el guacho del susto.
A veces lo iban a ver a Pulido para que las cepillara por última vez antes de irse a sus casas ya casi al empezar a despuntar el sol. Prostitutas con hambre, que practicaban el sexo oral aún enfermas de gripe, unas con cuerpos deformes por el uso que les daban, otras eran negras, negras como la oscuridad de la noche.
Cuando terminaron las elecciones, Pulido volvió a quedarse sin trabajo. Otra vez se paseaba de arriba para abajo la loma de su barrio, fumando y fumando últimos cigarrillos. Penélope le decía que se uniera con ella, de rodillas y que le pidiera a Dios por un trabajo donde pudiera encontrar la paz y la estabilidad laboral que tanto necesitaba.
Pulido ya rendido, se arrodillaba junto a su esposa en la pequeña sala, juntaba las manos y escuchaba la oración en voz alta de su esposa, pero su mente se resistía a comunicarse con Dios. Pulido era mafia y como aquellos mafiosos empedernidos, su cerebro estaba constituido para trabajar las 24 horas en busca de cómo encontrar dinero, la diferencia era que Pulido no robaba ni asesinaba, sino que de verdad trabajaba y hacía todo lo que podía hasta que la suerte se le acababa por la conspiración de P2 Inteligencia Naval.
Entonces, una noche, a Pulido se le ocurrió la genial idea de vender shampoo a todas las peluquerías que conocía desde Salinas hasta Playas y de ahí hasta Canoa.
Recordó a un amigo llamado Bolsa de hielo, devoto de Krsna, que le había ofrecido vender por comisión shampoo. Pulido fue aquella misma noche a ver a Bolsa de hielo y le habló de su proyecto, y el químico, fabricante de shampoo, le dijo que por él no había problema, que él le daba las muestras y los medios litros de delicioso shampoo de almendra, manzanilla y otras clases más para evitar la caída del cabello en la mujer y que de ahí ya todo dependía de Pulido.
Pronto Pulido descubrió que su brillante idea para hacerse millonario no funcionaría porque él vendía el galón de shampoo a seis dólares y había otro proveedor que lo vendía a cuatro dólares y que ya le había acaparado todo el mercado. A parte de eso, Pulido tenía que lidiar con las dueñas de las peluquerías que nunca tenían suficiente tiempo para atenderlo, con los estilistas homosexuales que lo querían comer y con las dueñas de peluquerías de la high life, que siempre pasaban en Miami y que nunca estaban disponibles para atender las súplicas del pobre Pulido. De todas maneras y a pesar de toda su mala suerte, Pulido logró conseguir vender una caneca de 55 litros de shampoo para lavar platos a una dama china para su restaurant EL TENEDOR LIBRE. Después de dos semanas se enteró que el esposo de la china había muerto de un infarto, seguramente por un ataque de P2 Inteligencia Naval. También logró vender varios galones de delicioso jabón de almendra a un peluquero transexual, que al parecer, la presencia de Pulido le había inspirado una secreta e inconfesable pasión.
Una tarde que regresaba de su caminata, completamente derrotado por no poder vender nada se encontró con su viejo amigo Chiqui surfer y éste tenía una linda tabla de tres quillas fabricada por el genial Simon Anderson. Chiqui lo invitó a correr olas y Pulido dejó botado todo y se fue al Playero del Miramar.
Desoués de que Chiqui se remojó un poco, se regresó a la costa y le prestó la tabla y el pantalón de baño a Pulido.
Pulido se sentía como en el cielo con esa tabla de tres quillas. Al principio no cogía ni una ola, pero después de un rato entró al punto una ola completamente tuca y de manera increíble, Pulido la remó y la agarró y se fue en ella. El viento le golpeaba el rostro y lo que Pulido sentía en su cuerpo era una sensación de gran poder, de gran libertad. Cuando vio la oportunidad de tubearse se agachó perfectamente, como en los viejos tiempos, y quedó completamente cubierto por la pared de agua. Cuando salió al otro lado, ya estaba cerca de la orilla, pero comprendió que también estaba cerca del fin de su vida. Todo por lo que había luchado, todo por lo que había sufrido estaba por perderse. Su vida, toda ella, era un completo desperdicio. Cuando llegó a la orilla, le entregó la tabla a Chiqui surfer, se cambió de ropa, apurado, y se fue caminando por los tristes arenales de los viejos arrabales de Salinas a su casa.
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Una noche, Pulido recibió la llamada telefónica de un tal Walter Smith, en la que se le comunicaba que la sociedad italiana POSSI, de Venecia, le había concedido un premio de un millón de dólares por su libro DEMOCRACIA & LIBERTAD, pero que había un problema. El Estado Ecuatoriano, se oponía a esa distinción para Pulido, a quien no lo consideraban como un literato sino como un burro amarrado, un mal ejemplo y una vergüenza nacional. Así que los miembros de la sociedad POSSI, le sugerían a Pulido que adoptara la nacionalidad italiana para poder salir del país, recibir el premio y dar una esperada conferencia sobre su libro.
Pulido no podía creer lo que estaba escuchando. Después de un momento de reflexión, le preguntó a la persona, al otro lado de la línea, si podía salir del país, recibir el premio y dar la conferencia como apátrida, ya que él, en realidad, no se sintonizaba con ningún tipo de nacionalismo, y menos si éste era xenofóbico y rojo. Y el señor Smith reprimió una carcajada y luego le dijo que no habría ningún problema con eso, pero como sentía cierta curiosidad por esa decisión, le preguntó el motivo y Pulido le respondió, sin mucha seguridad, que admiraba al novelista Iván Bunin. Y el señor Smith, a duras penas, pudo contener una carcajada. Luego, el señor Smith, le dijo que para viajar no necesitaba ningún equipaje ni pasaporte ni documentos de ninguna clase, sólo tenía que dirigirse al aeropuerto, acompañado de su esposa, si ella quería, y esperar a ser contactado por él.
Aquella noche Pulido, ya en la cama, leyó un poema de Carlos Luis Ortiz, que decía así:
Alrededor de una fogata baila mi cuerpo,
Se escuda mi piel,
Sobre la arena escribo nombres de gente que se ha ido.
El pasado me destruye, es verdad.
Su ruta es el lindero de un negro mar,
De mis muertes y mis muertos.
Luego le contó todo lo del premio, el viaje y la conferencia a Penélope, que ni salía del asombro ni le creía lo que su fracasado esposo le decía, y luego escuchó lo más sorprendente:
- Penélope, ¿quieres venir conmigo a Venecia?
Y ella, con temblor en los labios le dijo que sí a su fracasado esposo.
A la mañana siguiente, la pareja tomó un taxi y se fueron al aeropuerto.
Aquella mañana la brisa marina de Salinas estaba en todo el espectro electromagnético del malecón. Mientras la bruma del mar refrescaba el ambiente, el sol pegaba fuerte, combinación que producía un clima extraordinario y altamente saludable. De esa manera uno podía vivir doscientos años.
Pulido entró de la mano de su esposa al aeropuerto y se sentía frío, frío. Las emociones fuertes siempre le bajaban la presión a Pulido. Lo mismo le había pasado cuando se enteró de las complicaciones que su hijo Joey, jr, tuvo al nacer, y lo mismo sintió, cuando se entero que su hijo Danni había enfermado de hepatitis.
De pronto, al fondo de un corredor, Pulido observó a un hombre alto, enjuto, espigado como una caña, que parecía más un soldado paracaidista que un intelectual, que lo saludaba con la mano. En las manos tenía un cartel en el que se leía: AQUÍ JOEY PULIDO.
Entonces, Pulido se volvió para mirar y sonreír a su esposa mormona y ella, al principio, le devolvió la sonrisa, pero de pronto puso cara de terror. Cuando Pulido se volvió para atrás, para ver que pasaba, no alcanzó a ver al oficial de la marina que le apuntaba a la cabeza con una pistola sino que sintió un gran dolor en la cabeza, que le cegaba los ojos de negra tinta roja. Y después de eso no supo de nada más.
Penélope se quedó arrodillada en el suelo del aeropuerto con la cabeza ensangrentada de su esposo, en las manos, y el señor Smith, gritando, moviendo los brazos y pidiendo ayuda. Penélope pensaba que hay que tener miedo a la forma como el destino nos cobra por las injusticias que los hombres cometemos.
Al fondo de un pasillo del aeropuerto, se veía que escapaba caminando, despacio e impunemente, el asesino agente de P2 Inteligencia Naval, mientras en los parlantes del aeropuerto se escuchaba la balada CHANCES del grupo AIR SUPPLY.
FIN
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